jueves, 27 de enero de 2011

martes, 4 de enero de 2011

Mejor la libertad


No es inocente la prohibición del tabaco, no es inocua la norma restrictiva. Se demoniza a los fumadores, se les persigue con más saña que a las industrias con humos contaminantes, con más furor que a las industrias alimentarias que venden comida adulterada con hormonas y parece que con más rabia que a las mismísimas mafias que empiezan a asolar nuestro país.
Creo que esta ley va contra la libertad del ciudadano a hacer de su vida lo que le plazca. El Estado no es nadie para meterse en la esfera privada de cada individuo. Si se inmiscuye en si un ciudadano fuma, también puede inmiscuirse en si bebe, en si su coche contamina (no es broma, ya empieza a hablarse de la huella del CO2 de las familias....) en qué medicamentos debe tomar, etc. Después, el Estado, ¿por qué no? dirá, con ese mismo derecho que ahora se le atribuye, qué libros debe leer, qué películas debe ver (¡ojo a la no tan inocente corrección política!) y al final qué debe pensar, lo que en cierto modo ya están consiguiendo con el pensamiento único.
Los fumadores pasivos tienen derecho a no serlo, como los fumadores activos lo tienen a serlo donde se lo permitan. Si un empresario ejerciendo su libertad decide tener un restaurante para fumadores, está en su derecho, y nadie obliga al que no fume a entrar en ese local.
Yo he dejado de fumar hace 15 años, jamás me ha molestado el tabaco, mi mujer fumaba y nunca le recriminé su opción, ni le prediqué las bondades de la abstención, y olia con delectación el puro de mis vecinos de grada en el estadio de Riazor. En definitiva, siempre lo he considerado como un asunto de elección personal, o sea, de libertad. Exagerando, en la vieja consigna de "libertad o muerte", me quedo con la libertad.